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sábado, 9 de agosto de 2014

PIDO LA PALABRA (Eliodoro Ayllón Terán)

ELIODORO AYLLÓN TERÁN


Eliodoro Ayllón Terán
Imagen: Diccionario Cultural Boliviano

Nació en Sucre, Bolivia el  16 de maro de 1930. Realizó estudios en la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca. En 1953 ganó el premio de Los Juegos Florales auspiciado por la Escuela Nacional de Maestros. Por razones políticas se exilia en 1971 en Ecuador. Allí desarrolla una fecunda tarea periodística que le hace merecedor, en 1979, del premio Nacional de Periodismo. En 1988 retorna a Bolivia, se radica allí y crea la carrera de Ciencias de Comunicación en la Universidad San Francisco Xavier.

Escribió uno de los poemas mas sublimes que identifica, desde todos sus ángulos, al pueblo boliviano.






PIDO  LA  PALABRA





Ciudadanos del mundo,
en nombre de mi patria, pido la palabra.
En nombre de mi pueblo, 

sencillo como el agua de la acequia,
pido la palabra.

En mi pequeña morada comenzó la patria
allí todos gritaban en las noches 

cuando el puño del alcohol,
caía sobre el rostro de mi madre, 

recuerdo la sangre y los nervios,
los nervios en angustia de alambres aprensados;
en las noches ondas, pobladas de llanto 

y el miedo de los pequeñitos 

Allá,en la esquina más dolorosa de mi sangre, 
comenzó la patria.
La escuela vino después,
también la patria estaba allí avergonzada, humillada;
ocultando en los rincones más apartados, 

sus pies descalzos.
Y la patria me miraba acongojada 

desde mis propias pupilas nubladas,
desde mis manos vacías y mis sueños enturbiados.
A mi me mostraban la escuela 
poblada de azules campanas
y la patria cuajada de campos abiertos,
pero, pero mi patria gemía a 4000 metros sobre el nivel del hambre,
hombres que crecían como piedras paridas por la montaña,
desnudos y fríos como peces muertos,
moviéndose a penas, 

llevando a cuestas su grito trancado 
como una roca clavada en lo más hondo, 
en lo más duro de la tierra.
No señores,
la patria no era solamente

 la escuela poblada de altas campanas
ni la tierra salpicada de lagos felices,
no era solamente los montes incrustados de cielo,
ni los desfiles en los días de fiesta,
era también la impotencia del hombre
cuando el pan se convierte 

en gemido detrás de las puertas,

Era la muchacha que buscaba su vestido dominguero

 en la esquina de la noche;
eran las manos crispadas en los mercados,
y el llanto, extendido en las estaciones.
Mi padre borracho era la patria 
que pesaba sobre mis pupilas,
sobre mis labios, sobre mis zapatos rotos;
y con esa patria a cuestas yo asistí a la escuela.


La maestra, me mostraba siempre una patria
y un cielo a los que nunca pude comprender.
Una patria con héroes, con cerros de plata, 

con tierras llenas de árboles frutales;
pero yo tenía que regresar a mi casa en las noches,

 y allí estaba la patria,
en el pan para dos que nunca satisfacía a cuatro,
en las pupilas de mi padre abiertas
como dos diablos encendidos en medio de los niños.
No señores, no.
La patria no sólo estaba en los salones,

ni en los discursos de los presidentes,
ni siquiera en la bandera y sus colores.


Yo encontré a la patria botada en mitad de las calles,
mientras la lluvia cercenaba sus carnes.
Yo la vi desgarrarse por coger un pedazo de carne

 y otro poco de pan,
y lloré su tragedia, porque teniendo hambre, 

se comió su libertad.
Y mentidme a mi ahora, mentidme.
Yo vi a mi patria en todos sus confines,
la sentí como un garfio clavado en mitad de mi angustia,
la llevé como túnica de yeso por todos mis caminos,
la sentí como el peso de dios sobre el pecado 

y busqué su voz
para multiplicarla sobre las campanas del tiempo.
Yo vengo en nombre del obrero
 y sus overoles manchados,
en nombre de mi padre y su vicio,
pagado con la desnudez de sus hijos,
en nombre de mi madre y su voz callada,
en nombre de los niños yo vengo,
en nombre de mi patria estrujada por manos sin salario.


Yo no vengo a pedirles nada, nada que les pertenezca.
Mi pueblo, mi pueblo quiere su paz,
quiere su barco para recoger de playas lejanas 

un canto de gaviotas nuevas,
quiere sembrar su trigo y levantar sus fábricas,
quiere que sus niños rían,
jueguen y salpiquen los campos

 como las gotas de rocío al alba,
quiere que todos crezcan a lo largo de los ríos 

como el trigo,
y que todos se hinchen de sol y de lluvia como las uvas,
en la cuenca dilatada de los valles.
En nombre de mi pueblo,
humilde como la hierba,

 sencillo como el agua de la acequia,
ciudadanos del mundo,

pido la palabra.

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